26.9.09

Las películas ya no acaban con la palabra fin


Quise regalarte el libro de los abrazos

y me contuve;

porque soñé con una asimetría en nuestros cuerpos.

Luego ya no supe que vino antes,

el fin o la contienda.


Yo,

sigo empeñándome los días

por encontrarte.

A veces también empeño mis caderas,

mi vientre, mi cintura.

He llegado a tratar de empeñarme los ojos.

No aceptamos pupilas en la tienda de empeños -me dijo el relojero.


Empiezan a dolerme las esquinas,

a sobrarme bocacalles

a faltarme callejones.


Llevo meses conjurando algún final,

y nada.


¿Cuántas semanas quedan

para que se congele nuestro río?


Desquererme cada día, duele.

Y he de decir que el problema de las películas

es que

ya no se acaban



FIN

Sentada en el tu y yo


Se han borrado todos los kilómetros del mapa,

y me has regalado una fábrica de juguetes.

Para que juegues, has dicho.


Pirotecnia emocional,

campana de palo,

para este huevo huero.


Yo me empeño en buscarte las esquinas,

y ofrecerte curitas

para cuando caigas de la bicicleta.


Tú, organizas legiones de soldados,

coleccionas muñecas

demoradas en un escaparate.


Y yo, al otro lado del reloj de arena, te espero

para decir

eco

eco

eco


Estoy sola en esta fábrica de secretos.

No comprendes que candar tu bicicleta a la mía,

con esa indiferente ternura de tus dedos,

me ha convertido en la bailarina

de esta caja de música

que baila,


sólo


para que se la vea desde fuera,

como la tibia luz de la nevera.