9.6.08

A Paula que esta tarde desató todo mi amor,



Hay siempre una historia por escuchar. Si abres las orejas.
Ella quería irse a la verbena, me dice. En casa repetían que de los novios de la guerra no había que fiarse. Pero quería bailar el tamboril. Dice que no podía, que debía estar en casa antes de que cayese el sol. Yo llegaba a casa entredosluces, noche y día, sol y luna, me cuenta. Dice que trabajaba toda la semana, y mucho, refugiada en un delantal de peto, vendiendo fruta. Los domingos me dejaban salir, en ese dintel silente de la semana, dice. Y después nada, esperando al domingo siguiente; así pasó la juventud de Paula Uriondo.

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